‘Alfafar limitatum et confrontatus et marjalibus et marinis Valentia’. Esta cita extraída de una escritura de venta hecha por el marqués de Boïl a Antonio Tous el 5 de diciembre de 1444 confirma el inicio del dominio de Alfafar sobre este pequeño trozo de tierra situado en pleno parque natural de la Albufera.
Sin embargo, no es hasta finales del siglo XVIII cuando empieza a haber asentamientos de personas en torno al canal del Tremolar. Mucha gente en este momento empieza a darse cuenta de la importancia de este enclave para la comunicación con el resto de puertos de la Albufera. En aquella época, las barcas ya eran el medio de comunicación más importante con los pueblos de alrededor para el traslado tanto de personas como de víveres.
Este singular barrio vivió su época de esplendor durante los años 50 y 60 del siglo pasado gracias al floreciente negocio del cultivo del arroz. A finales de agosto y durante las primeras semanas de septiembre, coincidiendo con la siega del arroz, el barrio se llenaba de gente procedente de Ayora, Rincón de Ademuz o de los pueblos de Casas Bajas.
La única taberna del Tremolar, ‘Casa Paco’, era durante esas épocas un hervidero de gente. Al terminar el día, los jornaleros se tomaban un respiro saboreando un buen porrón de vino con unos ‘cacaus i tramussos’, disfrutando de una buena conversación o jugando una partida de ‘truc’.
Desde ‘Casa Paco’ salía puntualmente todos los días a las seis de la mañana el ‘Ravatxol’, embarcación que servía para transportar a los hombres que se ganaban la vida trabajando en los campos de arroz de Sueca y Sollana. El Tremolar servía de punto de encuentro para todos los jornaleros de la zona. A medida que pasaba el tiempo, el ‘Ravatxol’ no sólo transportaba personas sino alimentos y noticias a aquellos que hacían noche en la marjal. Esta barcaza se convertía así en uno de los primeros transportes públicos de la zona.
La vida en el Tremolar no sólo la centraba el cultivo del arroz. Las aguas limpias y cristalinas del canal eran reclamo también para los pescadores. Allí se podían pescar gambitas de la albufera, anguilas o ‘llisas’. Además, durante la Semana Santa el barrio se convertía en lugar de esparcimiento para la gente de la zona que iba a comerse la mona en los ‘sequers’ de arroz.
Hoy, a penas 17 familias viven el barrio. La mayoría son personas mayores que nacieron y crecieron allí y que se resisten a establecerse en otro lugar. Se sienten orgullosos de poder disfrutar a diario de este privilegiado paraje. La actividad frenética en los momentos de siembra y recogida del arroz se ha convertido en paz y tranquilidad durante todo el año. Sólo en los meses de verano algunos turistas se acercan al Tremolar para poder disfrutar de un paseo en barca por el canal o para practicar la pesca.
La taberna de Paco se ha convertido en ‘el Corte Inglés del Tremolar’. La hija de Paco Lladró, Paquita, ha convertido la vieja bodega de su padre en una tienda de ultramarinos en la que se puede encontrar casi de todo.
Las tres trilladoras de arroz que funcionaban a pleno rendimiento hace cincuenta años, Pere, Caguetes y El Parsiego están paradas. Incluso alguna de ellas en un estado de abandono considerable. La gente joven que ha ido naciendo en el Tremolar ha emigrado a otras zonas donde poder ganarse la vida en otra profesión que no fuera el cultivo del arroz. La propia gente del barrio reconoce que si no llega gente joven, el Tremolar está lamentablemente condenado a desaparecer.
Como ocurre en muchas zonas de tradición agrícola, el Tremolar se apaga lentamente con el paso de las generaciones. El inexorable paso del tiempo está poniendo en peligro parajes naturales de incalculable valor como éste. Pero quizá, la pérdida más importante pueda ser que caigan en el olvido costumbres y señas de identidad de nuestro pueblo que el tiempo podría acabar borrando.