Escuchaba hace poco al que va a ser presidente del gobierno los próximos cuatro años, Mariano Rajoy, que el cobrar a las radios por informar sobre lo que está sucediendo en un estadio de fútbol es como si el gobierno cobrase por entrar al congreso de los diputados por informar de los que allí ocurre. La comparación no es mala pero incorrecta al ser el debate parlamentario un acto público y un partido de fútbol un acontecimiento de carácter privado. Sin embargo, esta reflexión me hizo pensar en el argumento que esgrime la Liga de Fútbol Profesional y la empresa Mediapro para hacer pasar por caja a los medios radiofónicos. El argumento se basa en que las emisoras de radio recaudan dinero en publicidad gracias al espectáculo que ellos organizan. La afirmación es muy cierta, aunque no lo es menos que los medios de comunicación se nutren de la publicidad y que todos los programas tienen anuncios, incluidos los informativos. Imagínense un programa cultural en una televisión, ¿se atreverían los productores de una obra de teatro a cobrar a los periodistas por ir a ver su obra para luego comentarla en sus medios?, parece algo disparatado. Lo lógico es que los empresarios del teatro vean a la prensa como una forma de promocionar sus espectáculos y no al contrario. Sería interesante que alguien pudiera hacer una valoración económica de lo que ha supuesto para el fútbol las horas de radio dedicadas al deporte rey. Seguro que la cifra asustaría.
Para entender el conflicto de las radios con la Liga y Mediapro hay que remontarse a hace tres años. Fue en ese momento cuando apareció en las vidas de los arruinados equipos de fútbol el salvador Roures, propietario de Mediapro, para arreglarles los balances económicos de los siguientes años. En un momento en el que la crisis empezaba a asomar la cabeza, los clubes empezaban a notar el descenso de inversiones. A todos les vino muy bien que Papa Noel Roures les ayudara a solucionar sus problemas económicos gracias a unos contratos televisivos muy superiores a los que tenían anteriormente. Ante el afán por recaudar, pocos clubes cayeron en la cuenta de algunas de las cláusulas que aparecían en el contrato que estaban firmando. Una de ellas es la exclusividad, no sólo de la retransmisión televisiva de los partidos del equipo en cuestión cuando jugara en casa, sino también de los derechos de retransmisión radiofónica y de cualquier otra retransmisión telemática. Así que mucho ojo porque lo próximo será prohibir tuitear en los campos de fútbol.
La estrategia de la cadena propietaria de La Sexta fue la de esperar a tener el poder de disponer de contratos firmados con todos los equipos de Primera División para obligar a las emisoras de radio a pagar un canon por retransmitir partidos. Para ello, Roures ha contado con su fiel escudero y a su vez presidente de la Liga de Fútbol Profesional José Luis Astiazarán que después de hacer que la Real Sociedad entrara en bancarrota y de su más que discreta labor al frente de organismo que preside podría estar buscando un empleo para el futuro. ¿Por qué los clubes se convierten en cómplices de la fechoría de Roures? La respuesta es fácil, hay un refrán muy castizo que dice aquello de que no muerdas la mano de aquel que te da de comer. El miedo a perder esos contratos hace que los clubes acaten sin rechistar las órdenes de aquel a quien le han entregado el negocio.
¿Derecho de información o derecho de explotación? Puede que llegados a este punto haya buenos argumentos para defender las dos posturas. ¿Libertad de comunicar información veraz amparada en el artículo 20 de la Constitución o cláusulas en contratos privados entre empresas? Radio Nacional de España ya ha dado el paso denunciando la situación, ellos encima no tienen publicidad con lo que el argumento de Mediapro se desploma en este caso. Así que será un juez el que determine cual de los dos derechos tiene prioridad sobre el otro, por lo tanto, el juez dirá.