“Precipitada e injusta”, así ha calificado su destitución como entrenador del Valencia, Mauricio Pellegrino. Una decisión que llegó dos horas después de que su equipo firmara otro partido vergonzoso, el segundo en una semana después del lamentable espectáculo de La Rosaleda. Los rumores tras el encuentro viajaban a gran velocidad por el estadio tras la goleada encajada, los gritos de “Llorente vete ya” de la grada precipitaron una reunión de urgencia de los consejeros con el director deportivo tras el pitido final. Sólo caben dos opciones. Por un lado, que la figura del entrenador ya estuviera cuestionada desde hace varias semanas o que el “calentón” de la directiva al verse señalado por la afición empujará al presidente a autoinnolarse, a asumir que su afán de protagonismo en la decisión sobre el sustituto de Unai fuera un error. Caparrós y Djukic eran las opciones pero Llorente decidió que fuera Pellegrino. Los números son su terreno, no el deportivo. Pero su vanidad, reforzada por la ausencia de una oposición seria que cuestionara sus decisiones y de un respaldo accionarial con aroma totalitario le llevaron obviar la opinión del director deportivo. Y hablando de números, sus jefes, los que le pusieron para solucionar la situación económica del club, no deben de estar demasiado contentos. Con la destitución, se rompe un contrato de dos temporadas que, teniendo en cuenta que hay que contratar a otro técnico, va a tener su repercusión en las cuentas. Ahora habrá que vender jugadores no sólo para pagar la deuda, también para tapar los agujeros provocados por el presidente.
La fractura entre el consejo de administración del Valencia y la masa social del club es más que evidente. Durante la pasada junta de accionistas, Llorente ya recibió duras críticas sobre su gestión. Es cierto que una junta no representa a todo el valencianismo, pero era un anticipo de lo que se vivió ayer en Mestalla. Es muy curioso observar la diferente perspectiva de la situación que se tiene dentro y fuera del club. Dentro, los dirigentes se sienten orgullosos de su trabajo, de cómo están, según ellos, enderezando el rumbo económico de la entidad. Fuera por el contrario la visión es que el club tiene un presidente ejecutivo con un sueldo desproporcionado que sólo vela por su interés y por el de un banco. Si de verdad el trabajo que se está haciendo dentro es bueno lo que falla es la comunicación, a la gente no le llega bien el mensaje. Parece mentira que Llorente lleve media vida en el Valencia, por muchas acciones que tengas, Mestalla siempre es el que decide quien quiere que sea su presidente.
Pellegrino puede ser novato como entrenador pero no hay que olvidar que Llorente es también primerizo como presidente, siempre ha estado en la segunda línea de combate, antes los cánticos eran para otros, ahora son para él. Declarar al Valencia en crisis deportiva, que es lo que significa destituir a un entrenador, debe ser siempre la última opción. El equipo no funciona y es necesario hacer algo, tomar una decisión, pero la historia nos ha demostrado que un cambio en el banquillo muy pocas veces sale bien.